miércoles, 29 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (VIII)


El eco despertado por la pomposamente denominada "Doctrina de la Intervención Multilateral" o del "Paralelismo entre la Democracia y la Paz", fue apenas un susurro.

Nuestra Cancillería cursó nota formulando la proposición a sus similares del continente el 21 de noviembre. El día 5 de diciembre en nuestro senado, el herrerismo con el apoyo del coloradismo independiente obtuvo 15 votos para una moción de censura.

MANUEL ORIBE, PALADÍN DE NUESTRA EDUCACIÓN


Al cumplirse el 26 ppdo., un nuevo aniversario de su nacimiento, deseamos referirnos a esta interesante faceta de su obra de Gobernante, invariablemente soslayada por nuestros textos de enseñanza.


miércoles, 22 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (VII)


Desterrado en la capital carioca, junto con un exiliado argentino, teniente coronel Roberto Bosch (éste se había levantado en armas contra el dictador Uriburu, el que depusiera al presidente Yrigoyen quien, oh casualidad, había nacionalizado los yacimientos petrolíferos argentinos), elaboraron un manifiesto para ambas patrias (las causas eran las mismas) y el que, por razones desconocidas de ausencia momentánea de Bosch, apareció únicamente con la firma de Muñoz. El documento que, por razones de espacio deberemos limitar a su final donde más se ajusta al tema que estamos encarando:

"En el terreno económico, presenciamos la entrega de las riquezas del suelo y del subsuelo a los representantes de la plutocracia mundial... mientras el valor adquisitivo de nuestras materias primas se supedita al capricho voraz de las grandes firmas exportadoras extranjeras. Tal es el panorama del Uruguay y de la Argentina, que sus hijos, enrolados en la revolución, solidarios moralmente, vemos agravarse día a día frente a la descomposición de las masas anhelantes de libertad política, libertad jurídica y de bienestar económico.

Desde el exilio, comprendiendo que los males de nuestros pueblos hermanados en la historia de la independencia, de la Organización Nacional y del despertar cívico son comunes, como es común el frenesí de ambos gobiernos por apoyarse y defenderse mutuamente, ratificamos francamente nuestra posición revolucionaria, que no pretende limitarse a castigar a un hombre ni a derribar un gobierno, sino a cambiar un orden económico y social malsano, por otro que haga más felices y dignos a nuestros conciudadanos en un régimen jurídico restaurado.

Tenemos fe absoluta en las fuerzas morales de la raza; confiamos en la victoria definitiva de nuestra causa de liberación política y emancipación económica, por eso ratificamos nuestras posiciones de intransigencia sagrada, absoluta, inviolable, llamando la atención a argentinos y uruguayos para evitar claudicaciones, los pactos o las actitudes cívicas que importen un reconocimiento implícito o táctico de los actuales gobernantes de facto.

Desde Río de Janeiro lanzamos estas declaraciones al Uruguay, a la Argentina y toda Latinoamérica; a sus Universidades, a los miembros del ejército, a los trabajadores del campo y a los operarios de la ciudad, a sus nuevas generaciones, y a los hombres de pensamiento, de acción y de altivez criolla, en la comprensión de que el problema de la hegemonía democrática, lucha antiimperialista en lo exterior y la antidictatorial en lo interior, es común a todo el continente americano.

Por la Libertad Política! Por la Independencia Económica! BASILIO MUÑOZ".

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: LAS "BASES".-   1939 - De nuevo una guerra mundial golpea a nuestras puertas y el país es otra vez sometido a las tremendas presiones de las naciones beligerantes. Ante la barbarie flagrante del nazi-fascismo se impone fácilmente la apabullante propaganda aliadófila. A ella se agrega en breve el Partido Comunista, quien censurara el telegrama de solidaridad que nuestro parlamento enviara a Holanda y Bélgica invadidas por Hitler y quien justificara las masacres de civiles por la aviación nazi, tan indiscriminadas, según ellos, como el bloqueo naval de "los imperialistas anglo-franceses". Súbito viraje de 180 grados darán el 22 de junio de 1941, cuando Hitler ataque a Rusia, su aliada de la víspera, para la repartija de Polonia.

Ahora resulta que la versátil "doctrina Monroe" necesita para la defensa del continente, un par de bases "internacionales" en nuestras costas. "Panamericanas", las sugiere Estados Unidos; "...a disposición de cualquier país que esté en lucha con el nazismo" ensancha el Partido Comunista. Y en su Congreso de agosto del mismo año "...saluda calurosamente el esfuerzo que realiza el señor Presidente (Baldomir) así como el canciller Guani, tendiente a la coordinación de fuerzas para la defensa del continente".

O sea, en apoyo de las bases.

Herrera se yergue el primero en condenar el intento. Desde la prensa, desde el parlamento, desde donde sea, él y los suyos descargan a diario y sin respiro sus baterías. Escribirá al respecto: "Se insinúa para dorar la píldora, que las bases serán 'panamericanas', o sea de todos para todos. ¿Quiénes administrarán esas peligrosas fortalezas? (...) Bases extranjeras en el Uruguay o bases propias levantadas con el oro extranjero, serían, eso sí, bases de nuestra inconmovible y futura esclavitud. Bases en el Uruguay será de hoy en adelante una mala palabra que no podemos ni debemos pronunciar. ¡A otro perro con ese hueso! (...) Políticamente, la creación de semejante aparato que nosotros pagaríamos con pesos de sangre y que otros usufructuarían -yo fumo y tú escupes- nos exhibirían desmedrados ante el mundo cual simples y pasivos agentes de Washington y sus apetitos. (...) La integridad de nuestros movimientos y nuestra independencia estrangulados por el "abrazo fraterno" de Estados Unidos. Su experiencia en la materia es larga y amargamente ilustrativa: (...) En plata, una barbaridad sin disculpa, pero felizmente queda la valla insalvable del Parlamento".

Y el Parlamento, galvanizado por la prédica enardecida, candente de Herrera, resolverá por amplia mayoría que "... en ningún caso prestará su aprobación a tratados o convenciones que autorizasen la creación en nuestro territorio de bases aéreas o navales que importen una servidumbre de cualquier género para la nación o una disminución de la soberanía del Estado".

Así fue como Herrera nos evitó nuestro Guantánamo. En el senado colombiano se comentará que "...esa actitud elevada y digna del Senado uruguayo, ha debido causar sorpresa en las clases dirigentes de Estados Unidos".

No cabe duda.

El historiador argentino Manuel Gálvez dirá en Montevideo: "Como hace ciento dos años (Oribe), un hombre de carácter se irguió en Montevideo... un hombre que es, como era el otro, un gran patriota uruguayo y no habrá bases. Ha salvado a su patria y ha salvado a la mía. Y por eso, un puñado de argentinos hemos venido a presentarle nuestro homenaje".

YANQUIS Y BOLCHES "UN SOLO CORAZÓN".- En diciembre de 1941, atacados, entran los Estados Unidos en la guerra tañendo estrepitosa y sensiblemente la cuerda del panamericanismo. Nuestro órgano comunista, ya el 19 de dicho mes reclama "...colaboración estrecha e ilimitada", porque "... la causa de los Estados Unidos es la de la civilización y de la libertad".

Y su oficialismo es tal, que cuando un diputado socialista desnuda ante el parlamento las bochornosas condiciones del préstamo que el gobierno acaba de contratar con el Eximbank, (1943, la diputada comunista Arévalo de Roche, acusa a su colega "... de arrimar agua al molino de los enemigos de la democracia". Así yanquis, comunistas y el muy célebre e influyente ministro inglés en el Uruguay, Eugene Millington Drake, presionan para que declaremos la guerra a Alemania.

Con lógica demoledora Herrera argüirá: "Para ir a la guerra se necesita una razón fuertemente poderosa. Los Estados Unidos vieron cómo Polonia era torturada, cómo Noruega era traicionada (e invadida) cómo Bélgica y Holanda eran violadas, cómo Francia era arrasada, sin declarar la guerra a Alemania, sin siquiera romper relaciones con ella. Si los Estados Unidos (con todo su poderío) pudieron presenciar la hecatombe de Europa y la trágica resistencia de Inglaterra sin negar el saludo a los diplomáticos del Reich bien podemos admitir que existan razones para mantenernos alejados de la beligerancia".  Y también: "Matarnos nosotros para mayor auge y esplendor de los Estados Unidos.... sigue enriqueciéndose con su comercio de armas; a peso de oro las cobra por anticipado con pedazos de territorio ajeno". Se refiere aquí a la venta a Inglaterra, asfixiada por la campaña submarina alemana, de 50 destructores a cambio de posesiones inglesas en América. 

Al final surge la apremiada declaración de guerra con el entusiasta apoyo del comunismo y el del socialismo "con reparos". "Justicia" editorializará: "No es posible dejar ni un solo día más en libertad a Herrera...encarcelar al Quisling (noruego entregador de su patria a los nazis) y clausurar su prensa".

Nuestra actividad guerrera se limitó a la incautación de un par de barcos mercantes alemanes e italianos surtos en nuestro puerto, el Tacoma entre ellos. Dos serán hundidos por submarinos alemanes en el Caribe, pereciendo algunos marinos uruguayos. Pero nuestro entusiasmo bélico nos llevó a cesar el "estado de guerra" recién en setiembre de 1953, a más de ocho años de firmada la paz.

No bien obtenidas las urgidas declaraciones de guerra, Estados Unidos convoca a sus "aliadas americanas" a la conferencia del Chapultepec, Méjico. Allí se sanciona una "Carta Económica" por aquellos presentada, que encadenaba a éstas económicamente al albedrío norteamericano. Dirá Herrera: "¡Viva el patrón!, pueden exclamar al despedirse los que acaban de ceñirse a gusto la cuerda".

En Chapultepec, el delegado uruguayo devolverá gentilezas al comunismo declarando: "El comunismo no constituye un peligro en el Uruguay y colabora pacíficamente con el Gobierno".

"DOCTRINA LARRETA" Y PACTO DE RIO.- En mayo de 1945 termina la guerra y a fines de dicho años, Uruguay presenta en la OEA un despampanante proyecto que embestía directamente contra el tradicional y vital principio blando de la "no intervención". El gobierno colorado del presidente Amézaga había nombrado Canciller al Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, de la minoría nacionalista, quien se consideraba gestor del proyecto y quien, al menos, lo presentó y defendió con la más absoluta convicción. Era, en lo inmediato, un golpe bajo contra el gobierno de Perón, en irreductible pugna contra el intervencionismo norteamericano personificado en la prepotente figura de su embajador Spruille Braden. En lo permanente, la concreción de la teoría esbozada por Batlle cuando lo de Veracruz (1914). Pero, en concreto, de nuevo se esgrime la dislocante teoría de que el lobo pueda ser el mejor guardián de la majada. O sea, como reza el proyecto, que "...la notoria y reiterada violación de alguna república de los derechos del hombre y del ciudadano y el incumplimiento de los compromisos libremente contraídos acerca de los deberes internos y externos del Estado..." podía justificar "...una acción colectiva multilateral, ejercida con total desinterés (...) en beneficio de todos, incluso de aquel país que tan duro régimen soportaría".

Vía, como resulta innecesario resaltar, rigurosamente flechada en la práctica, porque, quién imaginaría a las naciones sudamericanas interviniendo militarmente en los Estados Unidos en defensa de los derechos, tantas veces escarnecidos, de sus minorías étnicas o raciales. 

Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

miércoles, 15 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (VI)


Lo que Herrera no podía creer, posteriormente se confirmaría: en agosto de 1904, Batlle había solicitado al presidente Theodore Roosevelt el envío de fuerzas navales para patrullar el río Uruguay, con la misión principal de impedir el contrabando de armas desde el Comité de Guerra Nacionalista que actuaba en la Argentina, hacia las fuerzas revolucionarias de Saravia. Un biógrafo de Batlle, el estadounidense Milton Vanger, nos habla de "cuatro barcos de guerra norteamericanos" llegados en octubre, muerto ya Saravia y recién firmada la paz. Según testimonios de gente de la época, los "marines" desfilaron desde el puerto por Sarandí hasta la plaza Independencia, donde se realizó una ceremonia.


miércoles, 8 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (V)


EL JOVEN IMPERIALISMO YANQUI.- Ni bien despunta el siglo (1901), otro naciente pero pujante imperialismo comienza a hacerse sentir en el continente. Así lo vislumbra el novel encargado de negocios de nuestro país en Estados Unidos, Dr. Luis Alberto de Herrera.

Apenas recibido de su cargo, informa al presidente Cuestas acerca de las presiones ejercidas por dicho país, presidido por Theodore Roosevelt, política que condensaba en una frase de su cuño "Speak softly, but carrying a big stick in yor hand" (Habla suavemente, pero portando un gran garrote en la mano). Herrera comunica acerca de su política en el istmo de Panamá conducente a separar dicho territorio de Colombia: "A Nicaragua y Costa Rica se les exhibe como maniquíes para hacer entrar en razón a Colombia".

Y un año después (5.12.1902) informa a nuestra cancillería acerca del mensaje elevado por el presidente norteamericano al Congreso: "Lo indudable es que en el párrafo transcripto se avanza una grave advertencia a los países de Sudamérica.

Allí se dice a las claras que las nacionalidades latinoamericanas están expuestas a una intervención de fuerza de parte de los Estados Unidos cuando el desorden interno haga presa de ellas, más propiamente hablando, cuando los Estados Unidos juzguen llegado el caso de proceder así. Por supuesto que siendo tantas las tentaciones y encontrando cimiento en un motivo revolucionario, no importaría contrariedad asumir este papel pacificador de tan desastrosas consecuencias para los países intervenidos. El gobierno de los Estados Unidos por primera vez hace ante la faz del mundo una declaración tan radical y amenazadora. No es ella otra cosa que un nuevo inciso de esa ventajosísima doctrina Monroe, cuyas proyecciones van aumentando con los años, a medida que aumentan las energías y las voracidades del país que la creó. Queda comprobado oficialmente que Estados Unidos se atribuye derechos jugosos de inflexible tutor sobre las naciones de Sudamérica. Entero a la apreciación de V.E tan arriesgada y pasmosa innovación internacional".

Al año siguiente (1903) último de su actividad diplomática, renuncia al cargo para incorporarse a la revolución saravista.

"La actualidad de Venezuela es, señor Ministro, una ignominia que a todos nos perjudica (...) La primera arista desagradable de la reciente dificultad internacional la señala la jurisprudencia que acaban de sentar las potencias europeas, refrendadas por los Estados Unidos, de que las reclamaciones financieras de sus connacionales, por perjuicios inferidos a sus intereses radicados en territorio sudamericano, deben ser satisfechas contra los gobiernos a quienes se dirigen, sin hacer caso de la autoridad constitucional de los tribunales llamados a fallar todas las diferencias de carácter jurídico (...) Y además, arreglándose o no arreglándose la diferencia, siempre quedará fortificada la tendencia invasora de la diplomacia norteamericana, que no oculta su anhelo de ser tutora de todas las nacionalidades del Sur (...) Remoto o no el peligro del Norte va adquiriendo perfil".
En 1905, blandiendo la versátil doctrina Monroe, el presidente Roosevelt interviene en la República Dominicana para que ésta "cumpliese sus obligaciones financieras".

En 1909, nuevamente por los mismos motivos, el presidente del "garrote" trata de aplicárselo a Chile.

"El Día" del 27.11.1909 insinúa cierta decepción: "El pueblo que por intermedio de sus estadistas más ilustres como Roosevelt, ha hecho de la solidaridad americana un postulado, del respeto a las nacionalidades un principio, y de la igualdad de las soberanías una conquista de la América (...) no puede negar en un acto, en un momento, toda una historia de aleccionamiento frente a la arbitrariedad de los poderosos.

En 1912 Herrera edita "El Uruguay Internacional". Dice allí: "El país de Jorge Washington no disimula ya sus voracidades, tan contradictorias con el consejo testamentario del patriarca.  El arrebato del istmo a Colombia (1903) fundaría un proceso. Si a veces no fuera ilusión el derecho de los débiles. Los anales del despojo no ofrecen una explicación más inicua que la salida de labios del presidente Roosevelt: "I took Panamá" -yo tomé Panamá... así, a capricho, como quien dispone de lo propio (...) ¡Qué infinita distancia separa a Franklin, enviado sereno de una humildad republicana, de este imperialista presidente Roosevelt, victimario de pueblos y apóstol de la política del garrote cernida sobre los organismos débiles de nuestro hemisferio!".

A fines de la segunda presidencia de Batlle, Roosevelt, quien cesara en 1909, visitará el Uruguay. En recepción realizada en Casa de Gobierno, Batlle exhortará: "Os invito a brindar... por el paladín esforzado de todas las causas justas que han requerido su apoyo... al defensor de la doctrina Monroe en interés de toda América, al partidario acérrimo de la justicia internacional y de la paz con honor, el propagandista ferviente de la fuerza y el carácter puestos al servicio del bien". Salvo que el primer párrafo estuviera referido al envío a su pedido de cuatro buques de guerra con sus célebres "marines" en 1904, por más que nos esforcemos no encontramos otra referencia a qué aludir en el frondoso prontuario del máximo depredador de las soberanías americanas. Este retribuirá los ditirambos con lo que Giúdice y González Gonzi ("Batlle y el batllismo" pág. 185) califican de "Expresivas palabras del formidable ex-presidente de los Estados Unidos" afirmando: "Estoy bien informado de cuanto se hace aquí y le presto mi aprobación. Ud. y yo somos del mismo partido.

Usted hace lo que yo digo que debe hacerse. Es así como hay que proceder".  Obvio resulta que no debe deducirse de tan categórico espaldarazo ningún atisbo de dependencia, que no era Batlle hombre de aceptarla, pero sí una buena dosis de afinidad ideológica y de carácter que los hechos no demorarían en reafirmar. Y en prenda de ella "el formidable ex presidente" dedicará al nuestro un retrato suyo que hace poco aún lucía en el "Museo de Batlle" de Piedras Blancas.

Ante los prolegómenos del ataque norteamericano (presidente Woodrow Wilson) a Méjico, sostiene "El Día" del 14.2.1914: "Wilson se presentó más bien como un amigo, como un hermano mayor que da consejos a los pequeñuelos barullentos. Bien dicen que no hay redentor que salga bien... Lo único que podía hacer lo hizo... afirmó que jamás durante su gobierno se cometería una injusticia contra las hermanas menores y que trataría, por todos los medios legales, de evitar que prosperasen revoluciones en sus territorios" ¡Cuánta incomprendida bondad!

No obstante, dos meses después (21 de abril), el mismo presidente demócrata (nos referimos al Partido), ordena invadir Méjico y ocupa los pozos petroleros de Tampico, quid de la cuestión, y tras sangrienta lucha, la ciudad de Veracruz. Su secretario de Marina, Franklin D. Roosevelt, futuro presidente de la "buena vecindad" opinó: "Es un buen método norteamericano para llevar las cosas adelante".

Consumado el atropello, Wilson sentará esta premisa ante el Congreso: "Queremos mantener siempre nuestra gran influencia para el ejercicio de la libertad, tanto en los Estados Unidos como donde quiera pueda ser usada en beneficio de la humanidad". No podían estar ausentes por supuesto, tales infaltables invocaciones. En toda Latinoamérica estalla la indignación. En Montevideo se funda una Comisión de solidaridad con Méjico, que preside el poeta nacionalista Fernán Silva Valdez, quien invita a una manifestación popular en estos términos:

"Tropas yanquis han invadido Méjico, patria hermana de nuestra patria. Después de Puerto Rico, después de Cuba, después del desmembramiento de Colombia... Para protestar contra este acto de imperialismo vejatorio, invitamos a todo el pueblo a una manifestación. ¡Viva Méjico y América Latina!"
Adhirió la Federación de Estudiantes, el Partido Nacional, el Centro Internacional (anarquistas) y algún colorado no batllista como José Enrique Rodó, quien ya había alertado en "Ariel" sobre el peligro norteño:  "La admiración por su grandeza y su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros dirigentes". La manifestación en inmensa columna, se dirigía a la legación norteamericana para hacer efectiva allí su protesta, cuando la caballería cargó sable en mano, dejando una cincuentena de heridos.
Dice un historiador izquierdista, Carlos Machado: "El canciller de Batlle (Dr. Baltasar Brum) presentó al otro día las excusas gubernamentales a la legación por los "muerus" a los Estados Unidos formulados por los manifestantes. Lo interpeló por eso Luis A. de Herrera".
Desde "El Día", Batlle justificará la agresión norteamericana sosteniendo que "...cuando una nación incurre en desvaríos internos, es un derecho legítimo que deben aplicarlo con urgencia sus vecinos, intervenir por las armas y llevar la tranquilidad a ese hogar convulsionado por la anarquía".
En la interpelación (30.4.1914) el Dr. Washington Beltrán estimará "...sumamente grave que la Cancillería de un país como el nuestro llegue a sostener y aceptar el principio de intervención de un país fuerte en una nación débil... erigiéndose en juez soberano el país que lleva la agresión".  Según admite el diputado oficialista Buero -al ser solicitado por el Secretario de Estado William Bryan- "...el asentimiento o apoyo moral de las mismas naciones sudamericanas", la actitud de Uruguay fue la de "...dar su apoyo moral". Otro líder batllista prominente, Julio María Sosa, apoyó la posición del gobierno sosteniendo que "...no se dirige contra Méjico, sino contra su gobernante, que no quiere desagraviar a una nación ofendida".
Y cuando, mosca blanca en el enjambre, un diputado oficialista, Rodríguez Fabregat, denuncia la "...codicia yanqui por los que tengan una mina de oro, un pozo de petróleo o un ferrocarril que explotar" otro correligionario, Minelli salta presto a cortar ese brote de antiyanquismo: "No es posible que en el Parlamento del Uruguay se emitan opiniones sobre el proceder de un país amigo, que ha demostrado ser el verdadero campeón de la justicia y la democracia..."
Respecto a la teoría intervencionista de Batlle, dirá Herrera en su interpretación: "Encuentro que esa afirmación del señor Presidente de la República, es de verdadera gravedad y que no debe pasar en silencio. Ningún país de Sudamérica, ni aún los más fuertes y capaces... se permiten conceder a nadie, ni en doctrina, el derecho de intervención en las sociedades infortunadas. ¿Cómo es posible que en este país, esa tesis, a la que debemos tantos desastres y más de una mutilación territorial, como es posible, repito, que éste país la acepte como buena? Conformando esta doctrina que, como oriental juzgo esencialmente peligrosa, el poder Ejecutivo creyó del caso enviar al Señor Ministro de Relaciones Exteriores a dar explicaciones al Señor Ministro norteamericano sobre excesos que no habían existido, colmando sin necesidad, las manifestaciones de cortesía. Estas actitudes de actualidad despiertan otras memorias complementarias y que es del caso subrayar. Se ha dicho que durante aquel trágico desgarramiento de 1904, el Poder Ejecutivo solicitó, categóricamente, la intervención norteamericana para resolver así los asuntos internos de la familia uruguaya. Por mucho tiempo me ha parecido tan enorme, tan fuerte de toda presunción lógica tal aserto, que me he rehusado a creerlo...". 

Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

miércoles, 1 de agosto de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (IV)


Aprovechados, pues, del ferviente europeísmo que emanaba del gobierno de la Defensa, tan encendidamente expuesto por su Canciller en su medular "Estudio de la Situación", banqueros y comerciantes anglo-franceses, siempre respaldados por contundentes y expeditivos almirantes de su nacionalidad, seguirán depredando la economía de nuestro país, siempre en base a esos empréstitos que el partido "americano", según las palabras de Guizot, rechazaba.