miércoles, 25 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (III)


EUROPEISMO Y AMERICANISMO.- 1847- El 20 de noviembre de 1847, el Dr. Manuel Herrera y Obes,  Canciller de la Defensa de Montevideo, comenzó a publicar en el diario "El Conservador", bajo el título de "Estudios sobre la situación", una reseña de los hechos acontecidos en dicho año, a la vez que una especie de ideario político.

Dicho trabajo, así como la contestación que le dedicara Bernardo Berro, Ministro de Gobierno del Presidente Oribe con sede en el Cerrito, en el periódico oribista "El defensor de la Independencia Americana" (sintomáticos los nombres de ambos órganos) han sido publicados en nuestra colección de Clásicos Nacionales, volumen 110 y constituyen un elemento insoslayable para todo amante de nuestros temas históricos.

En su estudio el Canciller de la Defensa establece:


a) Su admiración por las monarquías absolutas: "¿Qué es lo que ha dado a los reyes en régimen absoluto esa potestad y ese prestigio sin límites sobre el pueblo, sino el saber el pueblo que más arriba que la voluntad regia no hay otra que la de Dios y que con los hombros del Rey sólo los mantos reales se rozan? ¿Qué ha hecho descender el poder y el prestigio de los reyes constitucionales, sino el saber el pueblo que la ley está más arriba de la Corona y los palacios casi al nivel de las habitaciones del pueblo? Poned pues sobre cualquier gobierno una autoridad militar a quien él desobedezca, dad familiaridad a las personas de ese gobierno con el resto de los habitantes y decid después si es concebible que ese gobierno ejerza autoridad alguna sobre la sociedad".

b) Su repudio por todo lo nativo: "¿Es el saber domar potros y carnear reses lo que ha de constituir la civilización americana? (nacimiento de la tirria oficialista por nuestro destino ganadero, cuyos resultados a la vista están: ganadería ruinosa y latifundismo próspero). ¿Nuestros padres pensaron alguna vez siquiera que el complemento de su gran obra podría venirnos del pueblo inculto de la América?"

c) Su idolatría por lo europeo: "¡La Europa! La Europa no ha sido sino el libro abierto donde hemos aprendido nuestra existencia social" (elogia desde los trajes hasta la manera de saludar). "La Europa con todo su poder y sus principios monárquicos no nos ha prodigado sino consideraciones y esmero...".

d) Su desprecio por las mayorías: "Rosas y Oribe al frente de las masas incultas y fanáticas, triunfantes por el poder del número ¿pueden dar a los pueblos los beneficios de la paz, la justicia y el orden que son los atributos de las ideas y el blanco de los esfuerzos comunes de la clase inteligente y liberal?

(...) En ningún país, en ninguna asamblea, en ninguna organización humana, la verdad y la inteligencia están representadas por las mayorías (...) ¡Qué sería de la infeliz América si los principios de su orden social hubiesen de nacer del voto de sus mayorías".

Berro contestará desde "El Defensor de la Independencia Americana" entre muchas otras cosas: "Hemos de hacer ver que domar y carnear es tan conciliable con el progreso como tejer telas y destripar terrones (...)"El Conservador" confunde torpemente comunicación social con el roce político. Puede un pueblo recibir de otro con aquella muchos bienes y, al mismo tiempo, recibir con este último males muy graves (...) ¿Quién puede dudar que de las relaciones de la América con la Europa han nacido y nacerán para aquella provechos de mucha consideración? ¿Pero es cierto que la acción con que la Europa ha contribuido a estos provechos ha sido de tal manera desinteresada y benévola que merezca toda nuestra gratitud? (...) La Europa nos dejó luchar solos en la sangrienta guerra de la Independencia, sin darnos auxilio ninguno de consideración; y al buscar nuestras relaciones, no ha pensado, no, en el bien que nos iba a hacer con su contacto, sino en el bien que a ella le iba redundar con el nuestro. Bajo este aspecto es que debemos considerar su venida. Y ésto explica por qué después de tener abierto el vasto mercado que América le abrió con su emancipación, abandonó los antiguos sentimientos de amistad y empezó a afligirla con pretensiones avanzadas  a ofenderla con desprecios y descomedimientos insultantes (...) Los agravios que la América ha recibido de la Europa de algunos años a esta parte son tales y tales sus alarmas, que una voz unánime se ha alzado en todo el continente americano pidiendo la formación de una alianza poderosa de todos sus Estados para poder contrarrestar las agresiones que se temen de la Europa y cuyos preludios sangrientos han aparecido ya con escándalo en el Golfo mexicano y en el Río de la Plata (...) No bastan ya las concesiones generosas de la que tanto provecho han sabido sacar los europeos, no satisfacen los lucros crecidos que por ellas han obtenido. Se quiere más aunque nuestro movimiento no sólo comercial e industrial, sino también social y político, que el ejercicio de nuestros derechos y las determinaciones de nuestra soberanía, que todo en fin, esté subordinado a los intereses de la Europa.

La América, que se ve tratada de esa manera sin merecerlo, que siente los ultrajes que se le hacen, que se mira considerada no más que como un vasto terreno de explotación destinado a satisfacer las necesidades europeas, recoge su confianza, suspende los efectos de su benevolencia y, alarmada y llena de justa indignación se apercibe a rechazar agresiones que cada vez toman un carácter más violento y tiránico (...)

No es sólo el periódico oficial del gobierno intruso ("El Conservador") que, apoyando como es natural las ideas y designios de éste nos habla así de la inocencia de Europa: también "El Comercio" de Florencio Varela (unitario porteño exiliado) ha sostenido eso mismo, tachándonos de bárbaros, de enemigos ingratos y feroces de los europeos y esforzándose por hacer entender cuánta conveniencia traería someter nuestra atrasada y viciosa sociedad a la tutela y dirección europeas.

A este propósito nos repitió porción de veces que la Francia  y la Inglaterra estaban a la cabeza de la civilización y del cristianismo, queriendo de esa proposición insostenible ante la verdad filosófica como religiosa, derivar derechos de supremacía e incitarnos a recibirla sin repugnancia y aún con agradecimiento. ¿Ignoraría "El Comercio" que entre pueblos independientes la mayor ciencia y cultura no alteran la igualdad de derechos ni las condiciones que constituyen su independencia? Nuestra religión no admite más dirección que la de su iglesia ni más cabeza que la del Vicario de Jesús-Cristo que está en Roma ¿Ignoraría que la civilización y el cristianismo en manos de poderes ambiciosos se han convertido siempre en medios humanos de conquista y de opresión? No: la India y el África, la Oceanía y la América le han haber demostrado precisamente cómo se han hecho servir a la civilización y al cristianismo de instrumentos de iniquidad y de vehículos de esclavitud. Los escritores salvajes unitarios saben tan bien como nosotros lo que ha hecho la Europa, lo que se puede temer de ella y de qué manera se nos ha calumniado para justificar e desprecio por nuestros derechos y por nuestra justicia (...) Enhorabuena la América tome de la Europa o de cualquier otra parte del mundo lo que pueda adaptar provechosamente a su modo de ser especial; que siga la marcha progresiva de esa civilización a que pertenece; pero si se quiere realmente adelantar, si quiere consolidar su existencia y dar un impulso poderoso a su progreso, a su ventura, a su engrandecimiento, ha de buscar dentro de sí misma y con sus propios elementos, todo lo que necesita para su desarrollo en ese sentido. Lo afirmaremos con decisión y que la vulgaridad nos tache de arrogantes: aquí en nuestro país, en nuestra denigrada Patria, tenemos todo lo necesario para nuestra felicidad (...) la historia de todas las colonias, de todas las naciones sometidas a la tutela extraña, nos prueba que en esa situación el complemento del bien es imposible. Jamás pueblo ninguno recibió otra cosa de su dependencia que degradación moral, opresión y trabas para su engrandecimiento. ¿Qué es pues entregarse a dominación europea de cualquier manera que sea? Oídlo: es volver al envilecimiento colonial; es perder los rasgos varoniles y enérgicos de nuestra fisonomía nacional, es vender nuestros gloriosos destinos por un poco de descanso; es trocar la dignidad y las virtudes del hombre libre que tiene Patria y que en ella se complace, por las condiciones muelles y degradadas del que descansa en el amparo protector del señor a quien sirve: es, en suma, suicidarse cobardemente destruyendo el principio de Independencia preparado por el gran día de Mayo y realizado después con ríos de sangre e inmensos sacrificios".

Así pensaban pues estos dos prohombres de sus respectivos partidos en aquella época. Meramente respondían a muy arraigados como inmediatos antecedentes en la materia. Así, el ferviente europeísmo del canciller defensista armonizaba perfectamente con el de su predecesor en el cargo, Francisco A. Vidal; según el historiador norteamericano John F. Cady ("La intervención extranjera en el Río de la Plata"), Vidal ofreció en 1841 al Ministro Plenipotenciario de Gran Bretaña, Mandeville, ¡avalo con la firma de 64 comerciantes ingleses!, "...una parte del territorio nacional para ser utilizado como depósito de productos naturales y manufacturados del Imperio Británico".  Ya en agosto de 1839 el cónsul francés Baradére, escribía a su cancillería: "Básteme decir que la sola frase "mediación inglesa", ha debido costarnos la pérdida de nuestra influencia sobre el gobierno oriental... En efecto, el señor Mandeville ... se ve desde el día siguiente de esta noticia, buscado, acariciado y suplicado para erigirse en mediador a todo precio cerca de Rosas. Se hace más: se le conjura a que consiga de su gabinete que quiera acordar a ésta República la protección solicitada hace dos meses del Rey. El señor Muñoz aún lleva el delirio a hablar de un protectorado similar al de las Islas Jónicas".

Sobre el tema insistirá (junio de 1842) el Plenipotenciario francés, Barón de Mackau: "Pero a los ojos de la gente de Rivera, la condición mejor seria "la protección de una gran potencia europea y el destino de las Islas Jónicas". Con este objetivo se le dio carta blanca a Ellauri para prometer a Londres todo lo que se le pidiera".

No es de extrañar pues que, bien compenetrados de las ideologías de nuestros partidos políticos, los imperialistas de la hora usaran del más descarnado y realista lenguaje cuando a nuestros temas se referían y para nada se molestaban en nominarlas riveristas y oribistas, blancos ni colorados, unitarios ni federales. Para ellos únicamente contaban los que les servían y los que no.

Así, al pan, pan y al vino, vino, lo explicaba el Primer Ministro François Guizot en las cámaras francesas en 1841: "Hay en los estados de la América del Sur dos grandes partidos, el partido Europeo  el partido Americano, partidos ambos que estuvieron igualmente empeñados en la causa de la Independencia Una vez libertada América, los dos partidos se separaron. El partido Europeo, el menos numeroso, comprende los hombres más esclarecidos, los más familiarizados con las ideas de la civilización europea. Estos hombres se han empeñado en establecer buenas relaciones con Europa. Ellos han querido asimilar la América a la Europa, hacerlas entrar en relaciones.

Pero existía en América otro partido, MÁS APEGADO AL SUELO, IMPREGNADO DE IDEAS PURAMENTE AMERICANAS; éste era el partido de los campos. Ese partido ha sido completamente contrario al partido Europeo. Él ha querido que la sociedad se desarrollara a sí mismo, a su modo, SIN EMPRÉSTITOS, sin relaciones con Europa. Rápidamente surgió la animosidad entre los bandos". 

jueves, 19 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (II)

Adolph Thiers y Fructuoso Rivera

LA VERDAD EN CUEROS.-  Con pasmosa naturalidad así sintetizará estos hechos ante las Cámaras francesas un par de años después, el primer Ministro Thiers: "Así pues, por nuestra influencia, hemos hecho triunfar a uno de los partidos, remplazar a Oribe por Rivera y a consecuencia de ésto, el bloqueo se hizo posible" . E indignado ante los reproches de los parlamentarios que cuestionaban el costo de esa operación en tan remotas regiones, exclamará:

"Habéis hecho caer al gobierno que existía, habéis hecho nacer el de Rivera, habéis pagado a Rivera cerca de dos millones para hacer la guerra como vuestro aliado y vuestro auxiliar, y decís que no hay en esto un empeño de honor! Sea así: razonemos como esas naciones que olvidan a los que no pueden servirles ya. ¡Esa es una falsa habilidad!".

Bien escribiría de Rivera años después, desterrado por la Defensa en Río, su secretario José L. Bustamante: "...el Gobierno, después de mucho tiempo comienza a asumir su verdadero carácter, principia a restablecer la moral apoyado por los poderes extranjeros que nos han levantado de la tumba..." (Archivo Saldías).

A todo esto, mientras Francia volcaba sus francos en nuestro país en conquistar posiciones y voluntades para hacer la guerra contra Rosas, con mucho más discreción y redituabilidad, Inglaterra nos había impuesto aquel "tratado degradante "que Oribe rechazara, aún contra sus salvación, por no "vender al país".

Extractamos de una correspondencia del nuevo cónsul francés en Montevideo, Theodore Pichon, a su cancillería (19.7.1842): "el Sr Mandeville, Ministro de Inglaterra en Buenos Aires, firmó hace cuatro días con el Gobierno Oriental, el tratado de comercio y navegación que se negociaba hace siete años (...). El Sr. Mandeville aceptó alojarse en lo del Presidente Rivera (...) y se entrega con una bondad irónica a las oficiosidades con que los miembros del Gobierno lo rodean..."

Pero celoso ya, ante la creciente escalada del imperialismo francés en el Plata, el siempre apetente Imperio Británico también se incorpora a manotear ventajas. Aliadas así las dos potencias de la época, exigirán ahora la "libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, doctrina que curiosamente ellos no sustentaban ni en el Sena ni en el Támesis, ni en el Ródano ni en el San Lorenzo. Rosas y Oribe los enfrentaron.

Miles de vidas criollas costará repelerlos. Y a pesar de contar con auxiliares nativos, después de una década tendrán que retirarse reconociendo en sendos tratados la exclusiva jurisdicción argentina en el Paraná y la uruguayo-argentina en el Uruguay. Claro que los historiadores oficialistas de ambas márgenes ignorarán con sistemática distracción estos actos imperialistas o, a lo más, los justificarán (como dice nuestra cita inicial de J. M. Rosa), en nombre de la civilización o de la democracia.

"...SERÁ A TODOS LOS AMERICANOS A QUIENES TENDRÁN QUE AFRONTAR"
En 1846, España comenzó a preparar concentrando efectivos en puerto de Santander, la reconquista del Perú. Desde Lima surgen las notas solicitando la solidaridad de los hermanos del continente.

La cancillería de Oribe, (en su segunda presidencia con sede el Cerrito) contestará con fecha 5 de febrero de 1847:
 "...Por su parte, el Gobierno de S.E. el Presidente, no correspondería a sus ardorosos sentimientos americanos, si pudiese un solo momento mirar con indiferencia el atentado que se prepara torpemente contra la libertad e independencia de las repúblicas sudamericanas. Así es que, uniendo el suyo al grito de todo el continente, indignado, declara sin hesitación, que mirará como injuria y ofensa propia la que en este caso se infiriese a cualquiera de las repúblicas de Sud-América: que pondrá en acción, todos sus esfuerzos y recursos para combatir la odiosa invasión y que estará pronto a correr con ellas, a donde quiera que lo haga necesario el peligro común". (La copia de esta nota desapareció significativamente de nuestros archivos, pero el original fue encontrado en Lima en medio de elogiosos conceptos por el desaparecido historiador Dr. Felipe Ferreiro).

Por su parte, entre otras expresiones de agradecimiento y solidaridad, el gobierno de Chile manifestará: "Los sentimientos que a este respecto ha desplegado el gobierno oriental, son dignos de la actitud que, hace tiempo, ha tomado en defensa de sus (propios) derechos"..

Pero para aquilatar debidamente el valor de tan digno documento, nada mejor que parangonar la situación con la suscitada dieciocho años después (1865), cuando la amenaza se concreta, ocupando España las islas peruanas Chincha y atacando el puerto de El Callao, así como sometiendo a devastador y despiadado cañoneo a la ciudad chilena de Valparaíso.

En América, solamente tres países, Estados Unidos, Brasil y Uruguay, tomaron partido más o menos solapadamente por España. Mientras el pueblo montevideano manifestaba públicamente su adhesión a las repúblicas hermanas, el gobierno de Venancio Flores, muy influido por el ministro español en nuestro país Carlos Creus, apoyaba notoriamente la causa de Su Majestad Isabel II, incluso censurando a la prensa no oficialista. El gobierno español, por nota del 25 de junio de 1866
 "...aprobaba la satisfactoria conducta del Gobierno Oriental", que abastecía permanentemente de carbón y víveres a la escuadra española, a la vez que negaba la entrada a nuestros puestos de los corsarios chilenos.

Las cancillerías hermanas acusarán (2.1.1867) airadamente a nuestro gobierno de querer "convertir las aguas neutrales en lugar de asilo y espera, en base de las operaciones hostiles al enemigo, es evidentemente un servicio prestado a uno de los beligerantes y por lo tanto, manifiesta violación de la neutralidad"  y que "...escasamente sería mayor el daño que las Repúblicas Aliadas padecerían, en el supuesto absurdo de una alianza de la República Oriental con España".

Ni tan supuesta ni tan absurda era la certidumbre de que el motivo de la posición uruguaya radicaba en el muy fructífero abastecimiento de la cuantiosa flota hispana.

Antecedentes en que basar dicha presunción no faltan: el historiador colorado Guillermo Lockhart dice sobre el primer gobierno de Flores en 1854 (diez años antes de Paysandú):
 "La presencia de 5.000 brasileros solicitados por Flores... suponía ventajas que todos tenían que reconocer entre ellas el refuerzo económico para el decaído comercio montevideano. Así es que el 4 de mayo de 1854 entraron las fuerzas brasileras".  Y confirma su correligionario Alfredo Lepro: "Hasta motivos de índole económica influían: los consumos de esa tropa importaba un serio impulso para el desfalleciente comercio montevideano". No cuestionamos, entiéndase bien, la nunca desmentida honestidad personal de don Venancio, sino que señalamos de qué manera valores tan fundamentales como los que estamos encarando, eran afectados por una filosofía política en medio de la cual él se formara. Así lo demuestra esta carta (20.7.1850) del entonces presidente de la Defensa don Joaquín Suárez: "Hoy ha desembarcado el primer batallón de infantería francesa, mañana desembarcará el segundo y pasado el tercero. Esta fuerza asegura la existencia de la plaza, da una fuerza moral al Gobierno... y de bienestar a la población por el dinero que correrá de sus sueldos". ("Joaquín Suárez, el Gran Ciudadano" Dr. J. González Albistur). Como antítesis ante tanto desvarío, estas diferencias de concepto, frontales, irreconciliables, definitorios de esa larga pugna de nuestros partidos que emanan de estos párrafos que el presidente Manuel Oribe dirige al General Lucas Moreno, en instancias de fundar éste la localidad de Nueva Palmira (30.10.1848): "Pero los agraciados con solares deben ser todos naturales y no extranjeros... NO ME IMPORTA EL PRODUCTO QUE POR LA COMPRA PUEDAN DAR LOS TERRENOS QUE PASAN A EXTRANJEROS PORQUE ME HACE MAS FUERZA LA MIRA POLÍTICA QUE TENGO...".

Notable diferencia entre dos gobiernos uruguayos separados por menos de dos décadas, en la forma de interpretar aquellos señeros conceptos que, dirigidos al Cabildo el 9 de mayo de 1815 Artigas estableciera categórica e inequívocamente así: "...A donde quiera que se presenten los peninsulares, será a todos los americanos a quienes tendrán que afrontar". 


Jorge Pelfort
CONCERTACIÓN

miércoles, 11 de julio de 1984

IMPERIALISMO DE ULTRAMAR EN URUGUAY (I)

Carlos F. Lecor y Fructuoso Rivera
"Se ajustará la política exterior del país a los siguientes principios, que han constituido, en lo fundamental, la tradición incuestionable del Partido Nacional:
-Afirmará y defenderá nuestra soberanía en el más amplio sentido del concepto (...)
-Reafirmará el principio de autodeterminación de los pueblos, enfrentando toda forma de intervención imperialista ya sea económica, política, cultural o militar.
-Terminará con una política internacional que parte de un esquema bipolar del mundo (...)
-Los países no alineados constituyen una fuerza que debe ser escuchada en el ámbito de la comunidad mundial.
-Defenderá el derecho internacional y la aplicación estricta de los tratados, cuya norma fundamental interpretativa debe encontrarse en el respeto de las soberanías (...)".